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sábado, 28 de enero de 2012
Renunciando al placer inmediato se sometió a la Voluntad de Dios................
Que salmo y que hermosas lecturas para meditar en la humildad de Cristo Nuestro Señor, el Maestro bueno, cuanto Amor del Hijo de Dios por nosotros, cuanta sabiduría
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Transcribo el Oficio del dia 28-01. Santo Toma´s de Aquino......
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Del Señor es la tierra y cuanto la llena;
venid adorémosle.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]
HIMNO
Señor, tú me llamaste
del fondo del no ser todos los seres,
prodigios del cincel de tu palabra,
imágenes de ti resplandecientes.
Señor, tú que creaste
la bella nave azul en que navegan
los hijos de los hombres, entre espacios
repletos de misterio y luz de estrellas.
Señor, tu que nos diste
la inmensa dignidad de ser tus hijos,
no dejes que el pecado y que la muerte
destruyan en el hombre el ser divino.
Señor, tú que salvaste
al hombre de caer en el vacío,
recréanos de nuevo en tu Palabra
y llámanos de nuevo al paraíso.
Oh Padre, tú que enviaste
al mundo de los hombres a tu Hijo,
no dejes que se apague en nuestras almas
la luz esplendorosa de tu Espíritu. Amén.
SALMODIA
Ant.1 Dad gracias al Señor por su misericordia, por
las maravillas que hace con los hombres.
- Salmo 106-
--I--
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
norte y sur, oriente y occidente.
Erraban por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ciudad habitada;
pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida;
pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arranco de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a ciudad habitada,
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes.
Yacían en oscuridad y tinieblas,
cautivos de hierros y miserias;
por haberse rebelado contra los mandamientos,
despresiado el plan del Altísimo.
Él humilló su corazón con trabajos,
sucumbían y nadie los socorría.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los sacó de las sombrías tinieblas,
arrancó sus cadenas.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Destrozó las puertas de bronce,
quebró los cerrojos de hierro.
Estaban enfermos, por sus maldades,
por sus culpas eran afligidos;
aborrecían todos los manjares,
y ya tocaban las puertas de la muerte.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Envió su palabra, para curarlos,
para salvarlos de la perdición.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Ofrézcanle sacrificios de alabanza,
y cuenten con entusiasmo sus acciones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.1 Dad gracias al Señor por su misericordia, por
las maravillas que hace con los hombres.
Ant. 2 Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.
--II--
Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano.
Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto:
subían al cielo, bajaban al abismo,
su vida se marchitaba por el mareo,
rodaban, se tambaleaban como ebrios,
y nos les valía su pericia.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar.
Se alegraron de aquella bananza,
y él los condujo al ansiado puerto.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Aclámenlo en la asamblea del pueblo,
alábenlo en el consejo de los ancianos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.
Ant. 3 Los rectos lo ven y se alegran y comprenden
la misericordia del Señor.
--III--
Él transforma los ríos en desierto,
los manantiales de agua en aridez;
la tierra fértil en marismas,
por la depravación de sus habitantes.
Transforma el desierto en estanques,
el erial en manantiales de agua.
Coloca allí a los hambrientos,
y fundan una ciudad para habitar.
Siembran campos, plantan huertos,
recogen cosechas.
Los bendice, y se multiplican,
y no les escatima el ganado.
Si menguan, abatidos por el peso
de infortunios y desgracias,
el mismo que arroja desprecio sobre los príncipes
y los descarría por una soledad sin caminos
levanta a los pobres de la miseria
y multiplica sus familias como rebaños.
Los rectos lo ven y se alegran,
a la maldad se le tapa la boca.
Él que sea sabio que recoja estos hechos
y comprenda la misericordia del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Los rectos lo ven y se alegran y comprenden
la misericordia del Señor.
VERSÍCULO
V. Tu fidelidad, Señor, llega hasta las nubes.
R. Tus sentencias son como el océano inmenso.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Génesis
25 7-11. 19-34
Los años de la vida de Abraham fueron ciento se-
tenta y cinco. Abraham expiró y murió en buena vejez,
colmado de años, y se reunió con los suyos. Isaac e Is-
mael, sus hijos, lo enterraron en la cueva de Macpela,
en el campo de Efrón, el hitita, frente a Mambré. En el
campo que compró Abraham a los hititas fueron ente-
rrados Abraham y Sara, su mujer. Muerto Abraham, Dios
bendijo a su hijo Isaac, y éste se estableció en «Pozo
del que vive y ve.»
Descendientes de Isaac, hijo de Abraham. Abraham
engendró a Isaac. Cuando Isaac cumplió cuarenta años,
tomó por esposa a Rebeca, hija de Betuel, el arameo, de
Padán Aram, hermano de Labán, el arameo. Isaac rezó
a Dios por su mujer, que era estéril. Dios lo escuchó, y
Rebeca concibió. Pero las criaturas se agitaban en su
seno, y ella dijo:
«Si es así, ¿para qué seguir viviendo?»
Y fue a consultar al Señor; el cual le respondió:
«Dos naciones hay en tu vientre, dos pueblos se se-
paran en tus entrañas. Un pueblo vencerá al otro, el
mayor servirá al menor.»
Cuando llegó el momento de dar a luz, tenía dos ge-
melos en el seno. Salió primero uno, todo rojo, peludo
como un manto; y lo llamaron Esaú. Salió después su
hermano, asiendo con la mano el talón de Esaú; y lo lla-
maron Jacob. Isaac tenía sesenta años cuando nacieron.
Crecieron los chicos; Esaú se hizo un experto caza-
dor, hombre de campo, mientras que Jacob era un hon-
rado beduino. Isaac prefería a Esaú, porque le gustaba
comer la caza; y Rebeca prefería a Jacob.
Un día que Jacob estaba guisando un potaje, volvía
Esaú del campo, exhausto. Esaú dijo a Jacob:
«Dame un plato de esa cosa roja, pues estoy agotado.»
Por eso se llama Edom, que quiere decir «rojo». Ja-
cob le contestó:
«Si me lo pagas con los derechos de primogénito.»
Esaú dijo:
«Yo me voy a morir, ¿qué me importan los derechos
de primogénito?»
Jacob le dijo:
«Júramelo primero.»
Y el se lo juró; y vendió a Jacob los derechos de
primogénito. Entonces Jacob dio a Esaú pan y potaje
de lentejas; él comió y bebió, y se puso en camino. Así
malvendió Esaú sus derechos de primogénito.
Responsorio
R. Fomentad la paz con todos y la santificación; que
nadie se vea privado de la gracia de Dios, * como
Esaú, que por un plato vendió su primogenitura, y
fue desechado.
V. No logró cambiar el parecer de su padre, aunque
con lágrimas lo intentó.
R. Como Esaú, que por un plato vendió su primogeni-
tura, y fue desechado.
SEGUNDA LECTURA
De las Conferencias de santo Tomás de Aquino, pres-
bítero
¿Era necesario que el Hijo de Dios padeciera por no-
sotros? Lo era, ciertamente, y por dos razones fáciles
de deducir: la una, para remediar nuestros pecados; la
otra, para darnos ejemplo de cómo hemos de obrar.
Para remediar nuestros pecados, en efecto, porque
en la pasión de Cristo encontramos el remedio contra
todos los males que nos sobrevienen a causa del pecado.
La segunda razón tiene también su importancia, ya
que la pasión de Cristo basta para servir de guía y mo-
delo a toda nuestra vida. Pues todo aquel que quiera
llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que
despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y apetecer
lo que Cristo apeteció. En la cruz hallamos el ejemplo
de todas las virtudes.
Si buscas un ejemplo de amor: Nadie tiene más amor
que el que da la vida por sus amigos. Esto es lo que
hizo Cristo en la cruz. Y por esto, si él entregó su vida
por nosotros, no debemos considerar gravoso cualquier
mal que tengamos que sufrir por él.
Si buscas un ejemplo de paciencia, encontrarás el
mejor de ellos en la cruz. Dos cosas son las que nos dan
la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes
males, o sufrir, sin rehuirlos, unos males que podrían
evitarse. Ahora bien, Cristo, en la cruz, sufrió grandes
males y los soportó pacientemente, ya que en su pasión
no profería amenazas; como cordero llevado al mata-
dero, enmudecía y no abría la boca. Grande fue la pa-
ciencia de Cristo en la cruz: corramos también nosotros
con firmeza y constancia la carrera para nosotros pre-
parada. Llevemos los ojos fijos en Jesús, caudillo y con-
sumador de la fe, quien, para ganar el gozo que se le
ofrecía, sufrió con toda constancia la cruz, pasando por
encima de su ignominia.
Si buscas un ejemplo de humildad, mira al crucifi-
cado: él, que era Dios, quiso ser juzgado bajo el poder
de Poncio Pilato y morir.
Si buscas un ejemplo de obediencia, imita a aquel que
se hizo obediente al Padre hasta la muerte: Como por
la desobediencia de un solo hombre —es decir, de Adán—
todos los demás quedaron constituidos pecadores, así
también por la obediencia de uno solo todos quedarán
constituidos justos.
Si buscas un ejemplo de desprecio de las cosas te-
rrenales, imita a aquel que es Rey de reyes y Señor de
señores, en el cuál están escondidos todos los tesoros
de la sabiduría y de la ciencia, desnudo en la cruz, bur-
lado, escupido, flagelado, coronado de espinas, a quien,
finalmente, dieron a beber hiél y vinagre.
No te aficiones a los vestidos y riquezas, ya que se
reparten mi ropa; ni a los honores, ya que él experimentó
las burlas y azotes; ni a las dignidades, ya que, entrete-
jiendo una corona de espinas, la pusieron sobre mi ca-
beza; ni a los placeres, ya que para mi sed me dieron
vinagre.
Responsorio
R. Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y
vino a mí un espíritu de sabiduría. * La preferí a
los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve
en nada la riqueza.
V. Señor, ¿quién hubiera conocido tu voluntad, si tú no
le hubieses dado la sabiduría y no le hubieses en-
viado de lo alto tu Espíritu Santo?
R. La preferí a los cetros y a los tronos, y en su com-
paración tuve en nada la riqueza.
ORACIÓN.
Oremos:
Señor Dios nuestro, que hiciste admirable a santo
Tomás de Aquino por su sed de santidad y por su
amor a las ciencias sagradas, te pedimos que nos des
su luz para entender sus enseñanzas y fuerza para
imitar su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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