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viernes, 9 de marzo de 2012

Cristo Nuestra Luz


TU SEÑOR NUESTRA LUZ - *+*+*+ / EL CLAN / *+*+*+/** TuClan-MiClan-SuClan
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  1. antonio todoli
TU SEÑOR NUESTRA LUZ Se ha actualizado 20/06/2011 07:50.
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Hola a todos: María-Carmen la meua dona. y...


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ToCo
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Eva,Irene,Isaac, Gracia...........y...


ArTo
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Betlem, María Assunsió e Inmaculada


Bendito sea Dios
por todas sus bondades
con nosotros.......


Alabado sea Jesucristo
por quién nos vienen todos sus bienes,
a
través de Nuestra Madre la Santísima Virgen María,

Madre de Dios.

Por todos...........con Rosa- Carmensu y David,
Samuel, Pepito y María Jesús






Alabanza a Dios, Nuestro Padre,... porque es justo y necesario, darte gracias, Señor y alabarte siempre, en todo tiempo y lugar.
A Ti Dios Padre Ingénito, a Ti Dios Hijo Unigénito, a Ti Dios Espíritu Santo, un solo Dios en Trinidad, de todo corazón te confieso, te bendigo , te alabo.

A Ti, Trinidad Santísima, todo honor, gloria y alabanza por toda la eternidad.Amén


Difícilmente pueden resistir estas palabras aquellos que confiados en su inteligencia piensan que sólo la fe teórica basta.....

Tampoco se puede justificar a aquellos que quieren lograr un bien a costa de utilizar el mal......objetivos con daños "colaterales". Sólo Dios conoce el corazón y hará justicia cuando aparezca el Lucero de la Mañana, sólo Él juzgará con rectitud a las naciones y no permitirá que el justo sea condenado en el juicio...


PRIMERA LECTURA

¿Creéis que es una cueva de bandidos el templo que lleva mi nombre?
Lectura del libro de Jeremías 7, 1-11
Palabra del Señor que recibió Jeremías:
-«Ponte a la puerta del templo, y grita allí esta palabra: ” ¡Escucha, Judá, la palabra del Señor, los que entráis por esas puertas para adorar al Señor!
Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel:
Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y habitaré con vosotros en este lugar.
No os creáis seguros con palabras engañosas, repitiendo: ‘Es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor.’
Si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones, si juzgáis rectamente entre un hombre y su prójimo,
si no explotáis al forastero, al huérfano y a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar,
si no seguís a dioses extranjeros, para vuestro mal, entonces habitaré con vosotros en este lugar,
en la tierra que di a vuestros padres, desde hace tanto tiempo y para siempre.
Mirad: Vosotros os fiáis de palabras engañosas que no sirven de nada.
¿De modo que robáis, matáis, adulteráis, juráis en falso, quemáis incienso a Baal, seguís a dioses extranjeros y desconocidos, y después entráis a presentaros ante mí en este templo, que lleva mi nombre, y os decís: ‘Estamos salvos’, para seguir cometiendo esas abominaciones?
¿Creéis que es una cueva de bandidos este templo que lleva mí nombre? Atención, que yo lo he visto.”» Oráculo del Señor.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

Dejadlos crecer juntos hasta la siega
san Mateo 13, 24-30
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña.

Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?” Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho.” Los criados le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”

Pero él les respondió: “No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: ‘Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.’”"
Palabra del Señor.



LH Tercia Semanal


I (Aleph) 118, 1-8


Dichoso el que, con vida intachable,

camina en la voluntad del Señor;

dichoso el que, guardando sus preceptos,

lo busca de todo corazón;

el que, sin cometer iniquidad,

anda por sus senderos.



Tú promulgas tus decretos

para que se observen exactamente.

Ojalá esté firme mi camino,

para cumplir tus consignas;

entonces no sentiré vergüenza

al mirar tus mandatos.



Te alabaré con sincero corazón

cuando aprenda tus justos mandamientos.

Quiero guardar tus leyes exactamente,

tú, no me abandones.







Salmo 118,9-16: II (Beth)
Ant: Aleluya, aleluya, Aleluya.
¿Cómo podrá un joven andar honestamente?
Cumpliendo tus palabras.
Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos.
En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti.

Bendito eres, Señor,
enséñame tus leyes.
Mis labios van enumerando
los mandamientos de tu boca;
mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas.

Medito tus decretos,
y me fijo en tus sendas;
tu voluntad es mi delicia,
no olvidaré tus palabras.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.

Ver imagen en tamaño completo




III (Ghimel) 118, 17-24


Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos, y contemplaré las maravillas de tu voluntad; soy un forastero en la tierra: no me ocultes tus promesas. Mi alma se consume, deseando continuamente tus mandamientos; reprendes a los soberbios, malditos los que se apartan de tus mandatos. Aleja de mí las afrentas y el desprecio, porque observo tus preceptos; aunque los nobles se sienten a murmurar de mí, tu siervo medita tus leyes; tus preceptos son mi delicia, tus decretos son mis consejeros.




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Alabaré al Señor mientras viva.

---El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.


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la concibió Einstein, o tenemos que
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TU SEÑOR NUESTRA LUZ




Unidos a Santa María, Madre Dios, y con toda la Iglesia Santa, oramos al Señor.....



Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sácianos de tu misericordia,y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría, por los días en que nos afligiste,por los años en que sufrimos desdichas.Que tus siervos vean tu acción y sus hijos tu gloria.


Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo



El Camino que ha de seguir el hombre, no es su propio camino, es la senda llana de la Voluntad de Dios que se nos ha revelado en Cristo.
Y en Cristo se ha encendido una Luz, una llama, el Amor. El Don del Espíritu Santo que nos ha sido dado por Jesucristo Nuestro Señor, LUZ DEL MUNDO.

Tú Señor eres nuestra Luz.

Nos dio la Luz Natural de la Ley de Dios.
Los Mandamientos de Dios. Es un camino seguro a Cristo que ha cumplido en todo la Voluntad del Padre, y por Él y con Él, escrita su Ley en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado por la fe, el agua y el Espíritu, también nosotros, como hijos, vivimos en la Voluntad de Dios.

Los que se dejan guiar por el Espíritu son hijos de Dios.

¡Que maravillosa palabra alumbra ya en el A.T. nuestro caminar.

Dt.30, 1 sss..
En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo: «Cuando se cumplan en ti todas estas palabras -la bendición y la maldición que te he propuesto- y las medites, viviendo entre los pueblos adonde te expulsará el Señor, tu Dios, te convertirás al Señor, tu Dios; escucharás su voz, lo que yo te mando hoy, con todo el corazón y con toda el alma, tú y tus hijos.

El Señor, tu Dios, cambiará tu suerte, compadecido de ti; el Señor, tu Dios, volverá y te reunirá, sacándote de todos los pueblos por donde te dispersó; aunque tus dispersos se encuentren en los confines del cielo, el Señor, tu Dios, te reunirá, te recogerá allí; el Señor, tu Dios, te traerá a la tierra que habían poseído tus padres, y tomarás posesión de ella; te hará el bien y te hará crecer más que tus padres; el Señor, tu Dios, circuncidará tu corazón y el de tus descendientes para que ames al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma, y así vivas.

El Señor, tu Dios, mandará estas maldiciones contra tus enemigos, los que te habían perseguido con saña, y tú te convertirás, escucharás la voz del Señor, tu Dios, y cumplirás todos los preceptos suyos que yo te mando hoy. El Señor, tu Dios, hará prosperar tus empresas, el fruto de tu vientre, el fruto de tu ganado y el fruto de tu tierra, porque el Señor, tu Dios, volverá a alegrarse contigo de tu prosperidad, como se alegraba con tus padres, si escuchas la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley, si te conviertes al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma.


Porque el precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda, ni inalcanzable; no está en el cielo, no vale decir: "¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?"; ni está más allá del mar, no vale decir: "¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?" El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.

Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces lo que yo te mando hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para conquistarla. Pero, si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que, después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella.

Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob.»

R/. Me buscaréis y me encontraréis, si me buscáis de todo corazón. Me dejaré encontrar, y cambiaré vuestra suerte.

V/. Buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá.




S, Juan Mediocre, lo expresa así en su Sermón 7....
Decía el Señor: Caminad mientras tenéis luz.

Con estas palabras, se refería a aquella luz que es él mismo, ya que dice: Yo he venido al mundo como luz, para que los que ven no vean y los ciegos reciban la luz. El Señor, por tanto, es nuestra luz, él es el sol de justicia que irradia sobre su Iglesia católica, extendida por doquier. A él se refería proféticamente el salmista, cuando decía: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El hombre interior, así iluminado, no vacila, sigue recto su camino, todo lo soporta. El que contempla de lejos su patria definitiva aguanta en las adversidades, no se entristece por las cosas temporales, sino que halla en Dios su fuerza; humilla su corazón y es constante, y su humildad lo hace paciente. Esta luz verdadera que viniendo a este mundo alumbra a todo hombre, el Hijo, revelándose a sí mismo, la da a los que lo temen, la infunde a quien quiere y cuando quiere.
El que vivía en tiniebla y en sombra de muerte, en la tiniebla del mal y en la sombra del pecado, cuando nace en él la luz, se espanta de sí mismo y sale de su estado, se arrepiente, se avergüenza de sus faltas y dice: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? Grande es, hermanos, la salvación que se nos ofrece. Ella no teme la enfermedad, no se asusta del cansancio, no tiene en cuenta el sufrimiento.
Por esto, debemos exclamar, plenamente convencidos, no sólo con la boca, sino también con el corazón: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? Si es él quien ilumina y quien salva, ¿a quién temeré? Vengan las tinieblas del engaño: el Señor es mi luz. Podrán venir, pero sin ningún resultado, pues, aunque ataquen nuestro corazón, no lo vencerán.
Venga la ceguera de los malos deseos: el Señor es mi luz. Él es, por tanto, nuestra fuerza, el que se da a nosotros, y nosotros a él. Acudid al médico mientras podéis, no sea que después queráis y no podáis.

Por eso es Señor se hizo nuestro alimento, para darnos Vida Eterna:

Yo Soy el Pan de la Vida, bajado del Cielo, que da la Vida al Mundo.
El que no come mi carne y bebe mi sangre no tiene Vida.

El que me come vivirá por mi. >>>>>>>>>>>Ver S. Juan 6, 51-58



Y nosotros, con la Iglesia, respondemos invocando al Señor:

R/. Envía, Señor, tu sabiduría, de tu trono de gloria, para que me asista en mis trabajos, para que venga yo a saber lo que te es grato en cada momento.


V/. Dame la sabiduría asistente de tu trono.








Exposición MONOLOGADA del Curso de Biblia Luz y Vida

En uno de los momentos más solemnes del Evangelio, allá en Cesarea de Filipo, dijo
Jesús estas palabras augustas:
“Sobre esta roca edificaré yo mi Iglesia” (Mateo 16,18).

La “mía”. No la de otro. La que instituyo únicamente yo.

Viene hoy la Iglesia y nos dice con el Concilio: “Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él” (LG, 8). Así lo hemos creído siempre, así
lo creemos ahora, y así lo creeremos hasta el final.
Ahora nos interesa a nosotros examinar todos los textos del Nuevo Testamento en que Jesús habla de su Iglesia para conocer lo que el mismo Jesús pensaba de ella, el fin que pretendía con su fundación, lo que quería de su Iglesia, el término al que la iba a conducir,
el final en que la establecería definitivamente.

Aunque antes nos remontamos al Antiguo Testamento, puesto que en él se preparó Dios
un pueblo que sería suyo. Y por más que Israel cayó y no aceptó en su conjunto al Mesías,
Dios se reservó un “resto”, que sería el germen de la Iglesia, como asegura San Pablo: “Me
he reservado un resto, elegido por gracia” (Romanos 11,5). Con ese puñado de creyentes,
Jesús iniciará su Iglesia, el nuevo y verdadero “Israel de Dios” (Gálatas 6,16), el pueblo de
los creyentes heredero de las promesas de Dios.

Jesús con su predicación, y sobre todo con su Persona, inauguró el Reino de Dios,
confirmado con los milagros que hacía: “Si por el Espíritu de Dios hago estas obras, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Mateo 12,28).

Para que el Reino de Dios llegue a todo el mundo, y perdure hasta el final, Jesús instituye su Iglesia, a la que encarga:
“Vayan y hagan discípulos de todas las gentes,
bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar 
todo lo que yo les he mandado.
Y sepan que yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo” (Mateo 20,19-20).
Y para que su Iglesia no sea un cuerpo disgregado, une a los apóstoles en uno de ellos, en Pedro,
al que confiere todo poder: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas” (Juan 21,15-17).

Desde entonces, “la Iglesia del Dios vivo es columna y fundamento de la verdad”
(1Timoteo 3,15)
++++++++)++++++...sigue>>>>>>



Visita al Santísimo>>>




Jesucristo ...........según Pablo VI


Pero hay algo más y de más profundo misterio. Es el hecho de los pecadores que anidan en su seno.
La Iglesia, aunque dotada de la gracia de Jesucristo por su Espíritu, “encierra en su propio seno a pecadores, y siendo santa necesita de purificación, y es así cómo avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación” (LG, 8)

Si queremos, esto contrasta con Jesucristo, que es “santo, inocente, inmaculado” (Hebreos 7,26), y, por lo mismo, esto deberíamos ser los seguidores de Cristo, al que describe así el Papa Pablo VI:

“Cristo es belleza, belleza humana y divina,
 belleza de la verdad y de la vida. 
Cristo es el hombre perfecto, 
el prototipo de la humanidad”.

Si esto es la Cabeza, ¿qué le toca ser al resto del cuerpo?
Jesucristo dijo que “su” Iglesia la edificaría 
Él sobre la roca indestructible de Pedro. 
Por eso, en esta Iglesia, “gobernada por el sucesor
 de Pedro y por los Obispos en comunión con él” (LG 8), 
tenemos nosotros nuestra seguridad máxima,
 pues nos sigue diciendo el Concilio en ese mismo número:
“La Iglesia está fortalecida con el poder del Señor
resucitado, para triunfar con paciencia y caridad 
de sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas, hasta que se manifieste en todo el esplendor al final de los tiempos”.



También,,,,
Es Pablo VI quien nos habla, o mejor, quien habla a Jesucristo en esta meditación[1]:
“Tu rostro, Señor,
está grave y tranquilo:
pero ¡qué violencia padece tu corazón!
“Para ti, que conoces en su esencia
las razones de la verdad y de la justicia,
no podía haber contradicción más cruel
que la condena de la vida a muerte
¡Tú eres la Vida, Cristo!.
“Enséñame, Señor,
la virtud de la aceptación,
la fuerza de una sabia pasividad,
el valor del abandono total
en el cumplimiento de los designios divinos,
aunque los indiquen
la iniquidad humana
y la ciega desventura.
“Gracias, Señor,
por tu piadosa solidaridad
con nuestra miseria:
gracias, Señor,
por haber hecho de tu quebranto
una fuente de expiación y de salud.
“Que yo oiga como dirigidas a mí
las palabras de San Agustín:
“La fuerza de Cristo te ha creado,
la debilidad de Cristo te ha redimido.”
“Tu rostro me parece austero, Jesús:
embargado como está por el único deber,
por el único amor: la voluntad del Padre.
“Gran cosa será llorar y sufrir contigo;
tal es el destino sublime de las almas humildes y piadosas
que, de la compasión con el Hombre-Dios,
hacen su arcana y humilde filosofía,
a la que la más lúcida y orgullosa sabiduría
debe tributar homenaje
para no permanecer muda
sobre el angustioso e inmenso problema
del sufrimiento humano.
“Gracias, Señor,
por habernos entregado tu afligida figura,
abriendo así la contemplación
de tu bienaventurada y beatificante pasión.
“Y sin embargo,
tú estás solo:
porque solo está el que sufre;
incomunicable es el dolor,
tu dolor, especialmente,
Cristo.
“Así sufriste también esta pena,
más pesada que las otras:
la soledad en medio de la multitud,
el aislamiento en medio de las gentes.
“Pero tú, que no necesitas de nadie,
concede que alguno,
yo mismo, si lo permites,
te asista y te comprenda,
y comulgando en tu pasión
comulgue en tu redención.
“Señor,
escucho estremecido tus inspiradas palabras,
que revelan la solemne grandeza
de tu alma.
“Tú piensas más en el dolor ajeno
que en el tuyo presente.
“Tú muestras cuánto más infeliz
es la condición del culpable
que la del sufriente.

4-Canto del Siervo

“Tú despiertas de nuevo
las almas
del sopor a la conciencia,
y las conduces con amenazas
y con bondad sin par
de la compasión humana
al temor divino.
“Así mientras se apaga
tu cansada y fatídica palabra,
se enciende en nosotros
la vigilante visión
de la ira futura.
“Yo buscaré, Señor,
un consuelo supremo
en tu inefable aflicción.
Ella me da testimonio
de que tú experimentaste
el cansancio supremo de los miembros quebrantados
y te curvaste sobre la tierra
para tenderte al lado
de nuestra desesperada derrota.
“Cristo,
lo has dado todo,
lo has inmolado todo,
incluso tu dignidad,
para mostrarte cuál eres,
víctima sin reservas y sin refugio.
“Única reserva y refugio
es tu conciencia,
santuario de infinita pena
y de infinita fortaleza:
por eso rehúsas, Jesús,
la bebida narcótica que te presentan,
mientras bebes, Salvador,
tu caliz sin nombre,
hasta el fondo de la humillación,
de la vergüenza y del dolor.
“Locura extrema de bondad divina,
eso es tu corazón.
“En el momento fatal de tu muerte,
querría, Jesús, comprenderlo todo:
la violencia de la hora señalada en los siglos,
la fortuna inefable que de allí brota;
la desolación incomparable del mundo
que tiembla y se oscurece,
y el ininterrumpido coloquio de tu espíritu
que cruza hacia el Padre;
la experiencia más evidente y dolorosa
de nuestra ruina en la tuya,
la incipiente esperanza
de nuestra salvación en la tuya.
“En verdad, tú eres el Hijo de Dios:
ten piedad de mi.


Salmo 17
Yo te amo, Señor; Tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.



Jesucristo en la carta HB.

De la misma manera, queriendo Dios demostrar a los beneficiarios de la promesa la inmutabilidad de su designio, se comprometió con juramento, para que por dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mienta, cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, asiéndonos a la esperanza que se nos ha ofrecido. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró por nosotros, como precursor, Jesús, sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.


De aquéllos ha habido multitud de sacerdotes, porque la muerte les impedía permanecer; como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor.
Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día -como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo-, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre.

R/. Jesús, sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec, entró por nosotros más allá de la cortina,
como precursor, y vive siempre para interceder en nuestro favor.
V/. Tiene el sacerdocio que no pasa; de ahí que pueda salvar definitivamente
a los que por medio de él se acercan a Dios.
R/. Y vive siempre para interceder en nuestro favor.

.......


En San Agustín:

San Agustín
Comentario a los salmos 85,1
No pudo Dios hacer a los hombres un don mayor que el de darles por cabeza al que es su Palabra, por quien ha fundado todas las cosas, uniéndolos a él como miembros suyos, de forma que él es Hijo de Dios e Hijo del hombre al mismo tiempo, Dios uno con el Padre y hombre con el hombre, y así, cuando nos dirigimos a Dios con súplicas, no establecemos separación con el Hijo, y cuando es el cuerpo del Hijo quien ora, no se separa de su cabeza, y el mismo salvador del cuerpo, nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es el que ora por nosotros, ora en nosotros y es invocado por nosotros.
Ora por nosotros como sacerdote nuestro, ora en nosotros por ser nuestra cabeza, es invocado por nosotros como Dios nuestro. Reconozcamos, pues, en él nuestras propias voces y reconozcamos también su voz en nosotros.
Por lo cual, cuando se dice algo de nuestro Señor Jesucristo, sobre todo en profecía, que parezca referirse a alguna humillación indigna de Dios, no dudemos en atribuírsela, ya que él tampoco dudó en unirse a nosotros. Todas las creaturas le sirven, puesto que todas las creaturas fueron creadas por él.
Y, así, contemplamos su sublimidad y divinidad, cuando oímos: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho; pero, mientras consideramos esta divinidad del Hijo de Dios, que sobrepasa y excede toda la sublimidad de las creaturas, le oímos también en algún lugar de las Escrituras como si gimiese, orase y confesase su debilidad.
Y entonces dudamos en referir a él estas palabras, porque nuestro pensamiento, que acababa de contemplarle en su divinidad, retrocede ante la idea de verle humillado; y, como si fuera injuriarlo, el reconocer como hombre a aquel a quien nos dirigíamos como a Dios, la mayor parte de las veces nos detenemos y tratamos de cambiar el sentido; y no encontramos en la Escritura otra cosa, sino que tenemos que recurrir al mismo Dios pidiéndole que no nos permita alejarnos de él.
Despierte, por tanto, y manténgase vigilante nuestra fe; comprenda que aquél al que poco antes contemplábamos en la condición divina, aceptó la condición de esclavo, asemejado en todo a los hombres, e identificado en su manera de ser a los humanos, humillado, y hecho obediente hasta la muerte; pensemos que incluso quiso hacer suyas aquellas palabras del salmo, que pronunció colgado de la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Por tanto, es invocado por nosotros como Dios, pero él ruega como siervo; en el primer caso lo vemos como creador, en el otro como criatura; sin sufrir mutación alguna, asumió la naturaleza creada para transformarla y hacer de nosotros con él un sólo hombre, cabeza y cuerpo. Oramos, por tanto, a él, por él, y en él, y hablamos junto con él, ya que él habla junto con nosotros.




Y como dice hermosamente:
San Fulgencio de Ruspe
Regla de la verdadera fe a Pedro 22,63

En los sacrificios de víctimas carnales que la Santa Trinidad, que es el mismo Dios del antiguo y del nuevo Testamento, había exigido que le fueran ofrecidos por nuestros padres, se significaba ya el don gratísimo de aquel sacrificio con el que el Hijo único de Dios había de inmolarse a sí mismo misericordiosamente por nosotros.

Pues, según la doctrina apostólica, se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor. Él fue quien como Dios verdadero y verdadero sumo sacerdote que era, penetró una sola vez en el santuario, no con la sangre de los toros y los machos cabríos, sino con la suya propia. Esto era precisamente lo que significaba aquel sumo sacerdote que entraba cada año con la sangre en el Santo de los Santos.

Él es quien en sí mismo poseía todo lo que era necesario para que se efectuara nuestra redención, es decir, él mismo fue el sacerdote y el sacrificio; él mismo, Dios y el templo: el sacerdote por cuyo medio nos reconciliamos, el sacrificio que nos reconcilia, el templo en el que nos reconciliamos, el Dios con quien nos hemos reconciliado.

Como sacerdote, sacrificio y templo, actuó solo, porque aunque era Dios quien realizaba estas cosas, no obstante las realizaba en su forma de siervo; en cambio, en lo que realizó como Dios, en la forma de Dios, lo realizó conjuntamente con el Padre y el Espíritu Santo.

Ten, pues, por absolutamente seguro y no dudes en modo alguno, que el mismo Dios unigénito, Verbo hecho carne, se ofreció por nosotros a Dios en olor de suavidad como sacrificio y hostia; el mismo en cuyo honor, en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, los patriarcas, profetas y sacerdotes ofrecían en tiempos del antiguo Testamento sacrificios de animales; y a quien ahora, o sea, en el tiempo del Testamento nuevo, en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, con quienes comparte la misma y única divinidad, la santa Iglesia católica no deja nunca de ofrecer por todo el universo de la tierra el sacrificio del pan y del vino, con fe y caridad.
V/. Dios constituyó a Cristo sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre.
R/. Para hacernos santos, sin mancha y sin reproche en su presencia.

La Cruz Gloriosa






De otra manera, otra vez, San Agustín:
Sermón Güelferbitano 3

Porque ¿quién es Cristo, sino aquel de quien dice la Escritura: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios?

Esta Palabra de Dios se hizo carne y acampó entre nosotros.
El no poseería lo que era necesario para morir por nosotros si no hubiera tomado de nosotros una carne mortal.

Así el inmortal pudo morir, Así pudo dar su vida a los mortales: y hará que más tarde tengan parte en su vida aquellos de cuya condición él primero se había hecho participe.

Pues nosotros, por nuestra naturaleza, no teníamos posibilidad de vivir, ni él por la suya, posibilidad de morir. Él hizo, pues, con nosotros este admirable intercambio, tomó de nuestra naturaleza la condición mortal y nos dio de la suya la posibilidad de vivir.

--------........... Y si aquel que no tiene pecado nos amó hasta tal punto que por nosotros, pecadores, sufrió lo que habían merecido nuestros pecados, ¿cómo después de habernos justificado, dejará de darnos lo que es justo? Él, que promete con verdad, ¿cómo no va a darnos los premios de los santos, si soportó, sin cometer iniquidad, el castigo que los inicuos le infligieron?

Confesemos, por tanto, intrépidamente, hermanos, y declaremos bien a las claras que Cristo fue crucificado por nosotros: y hagámoslo no con miedo, sino con júbilo, no con vergüenza, sino con orgullo.

...El apóstol Pablo, que cayó en la cuenta de este misterio, lo proclamó como un título de gloria.

Y siendo así que podía recordar muchos aspectos grandiosos y divinos de Cristo, no dijo que se gloriaba de estas maravillas -que hubiese creado el mundo, cuando, como Dios que era, se hallaba junto al Padre, y que hubiese imperado sobre el mundo, cuando era hombre como nosotros-, sino que dijo:

Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.


R/. Tu cruz adoramos, Señor, y veneramos tu pasión gloriosa: ten piedad de nosotros, tú que has muerto por nosotros.
V/. Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
R/. Ten piedad de nosotros, tú que has muerto por nosotros.




Salmo 72.......

Pero yo siempre estaré contigo,
tu agarras mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.

¿No te tengo a ti en el cielo?
Y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi lote perpetuo.



Por último San Gregprio de Nissa, escribe de Jesucristo, citando a S. Pablo, con el siguiente resumen:

...."Él nos hace ver la gran virtualidad del nombre de Cristo, al afirmar que Cristo es la fuerza y sabiduría de Dios, al llamarlo paz y luz inaccesible en la que habita Dios, expiación, redención, gran sacerdote, Pascua, propiciación de las almas, irradiación de la gloria e impronta de la substancia del Padre, por quien fueron hechos los siglos, comida y bebida espiritual, piedra y agua, fundamento de la fe, piedra angular, imagen del Dios invisible, gran Dios, cabeza del cuerpo que es la Iglesia, primogénito de la nueva creación, primicias de los que han muerto, primogénito de entre los muertos, primogénito entre muchos hermanos, mediador entre Dios y los hombres, Hijo unigénito coronado de gloria y de honor, Señor de la gloria, origen de las cosas, rey de justicia y rey de paz, rey de todos, cuyo reino no conoce fronteras.

Estos nombres y otros semejantes le da, tan numerosos que no pueden contarse. Nombres cuyos diversos significados, si se comparan y relacionan entre sí, nos descubren el admirable contenido del nombre de Cristo y nos revelan, en la medida en que nuestro entendimiento es capaz, su majestad inefable.


Por lo cual, puesto que la bondad de nuestro Señor nos ha concedido una participación en el más grande, el más divino y el primero de todos los nombres, al honrarnos, con el nombre de «cristianos», derivado del de Cristo, es necesario que todos aquellos nombres que expresan el significado de esta palabra se vean reflejados también en nosotros, para que el nombre de «cristianos» no aparezca como una falsedad, sino que demos testimonio del mismo con nuestra vida."


R/. Que se alegren, Señor, los que se acogen a ti, con júbilo eterno; protégelos para que se llenen de gozo los que aman tu nombre.




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